No son necesariamente las hazañas famosas e importantes las que nos provocan admiración. A veces, cuando nos detenemos a valorar una vida entera, todo el trabajo, todo el amor y los sacrificios realizados con infinita paciencia por los demás, nos encontramos de pronto con un héroe.

Sólo es un padre con expresión cansada, que vuelve a casa tras la dura jornada. Con el poco dinero o fama que ha ganado se demuestra lo limpio que ha jugado, pero él es feliz porque los suyos se alegran de oír su voz y ver que regresa.

Sólo es un padre con una familia de cinco, uno más entre millones de seres humanos que resiste la lucha de todos los días y soporta las dificultades de la vida sin soltar un gemido de odio o de pena por el bien de quienes en casa lo esperan.

Sólo es un padre, ni orgulloso ni rico, solo uno más en medio del gentío, que trabaja y se esfuerza continuamente, hace frente a todo lo que le sucede, guarda silencio si le desaprueban los injustos y lo aguanta todo por el bien de los suyos.

Sólo es un padre, pero da todo lo que tiene para que sus hijos recorran el camino más fácilmente y hace con valentía, inflexible y severo, lo que su padre hizo por él cuando era pequeño. Estas palabras a él se las dedico: sólo es un padre, pero no hay hombre que con él se compare.

Te Quiero Muchísimo, Papá