Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.


Esta la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del rio.


Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor,
a la espalda escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.
A. Machado